domingo, 4 de abril de 2010

Veo a los niños y sonrio

Veo a los niños y sonrio discretamente.
Escondo la sonrisa porque los demás adultos pueden creer que estoy loca y porque, además, no tiene ningún sentido.

Sonrio porque los niños me recuerdan que todos llegamos al mundo con la capacidad innata para ser felices. Veo a los niños: sus pies descalzos, sus manitos desnudas, sus ropas descoloradas y sus risas. A pesar de que el resto del mundo (de un mundo que también es de ellos) se cae a pedazos, ellos esconden algún secreto inocente que los invita a sonreír.

Veo a los niños y comprendo que todos nacimos para amar, aún sin un propósito definido.

Los niños comparten árboles y sueños que son de ellos, aunque no los posean. Dan a otros lo que no tienen. Dan constantemente.

Veo a los niños y sonrio porque irradian magia; porque veo en ellos su mañana y nuestro ayer. Veo en los niños el espejismo de lo que fuimos y quisiéramos volver a ser.

Los niños no se dan por vencido, estoy segura de eso y sonrio. Van al piso y lloran tanto como sea necesario hasta obtener lo que quieren, ni por un momento pierden la vista de su objetivo.

Esta vez desvio la mirada y veo mas alla de los niños, hay adultos y estan sonriendo también. Cada uno perdido en recuerdos de su niñez, anhelando volver a atras. Deseando que sus vidas tuvieran solo una pizca de felicidad de lo que posee un niño.

Veo a los niños y sonrio, porque tienen corazones tan grandes que albergan al mundo entero. Porque sonrien y perdidos en su misterio ilusorio rompen en carcajadas infantiles que colman mi alma y le dan un respiro. Mi miserable alma, ahogada de respirar odio y vanidad, buscando desesperadamente la paz que llena a los infantes, queriendo ser infante otra vez.

Veo a los niños y lamento tanto estar encerrada dentro de este cuerpo que cambia, se gasta y envejece; este cuerpo esclavo de vicios y malas costumbres. Un cuerpo casi muerto que contiene a una niña, un espiritu infantil que necesita con urgencia volver a la vida.

Veo a los niños y me recuerdan nuestra torpeza, nuestra incapacidad para ser felices, para sonreir cada vez que una mariposa nos rodea o cada vez que el sol baña nuestros cuerpos de su esperanza revestida en oro.

Veo a los niños y sonrio porque de sus poros brota la pureza y la armonia de vivir con la naturaleza y con los demas, su espontaneidad al sonreirle a las flores, a los adultos y a su propio reflejo en los lagos.

Veo a los niños y sonrio. Y ya no hace falta desviar la mirada para ver mas alla de ellos, porque se que todos los demas como nosotros, también sonrien al verlos.

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