miércoles, 15 de junio de 2016

Profecía de una despedida

Con sólo una taza de café a medio terminar como testigo, el escalofrío de lo inevitable recorrió mi espalda y no pude contener las lágrimas que se formaron, como un ejército, en la puerta de mis ojos.

La vida insiste en hacerme lo mismo una y otra vez, es un ciclo maldito que al parecer sólo terminará cuando mis restos mortales descansen tres metros bajo tierra. Mucho tiempo ha pasado desde la última vez que sentí algo, me juré a mí misma que no volvería a pasar.

En una de esas noches en que dormía profundamente, mi corazón desterrado volvió latiendo acelerado, desde el olvido para advertirme que se avecinaba a mi vida una nueva ilusión. Traté de resistirme pero fue inútil, el tiempo invertido en ti me cobró toda mi falta de interés y mis sonrisas fingidas.

En un abrir y cerrar de ojos estaba yo otra vez envuelta en una telaraña de ésas que confunden al alma, puse todo mi empeño en soltarme, quería mi libertad de regreso… Pero ya era demasiado tarde.

La palabra prohibida volvió para iluminar mis días y mis noches, después de tanto tiempo. Sí que me resistí inútilmente una y otra vez. Te convertiste en mi religión y cualquier pensamiento que pasara por mi cabeza tenía que, de una forma u otra, rozar 
la posibilidad de pertenecerte algún día.

Esta noche parece más oscura que cualquier otra, quizás porque ya tengo la certeza de que te perderé para siempre. El día de tu partida ya está marcado en el calendario y eso, me parece, dolerá mucho más que perderte de forma inesperada.

Me quedaré sola, con la maldita nostalgia del pasado. Me sentaré a la orilla de la playa para rememorar palabras e ilusiones y para soñar con momentos que nunca fueron y que ya nunca podrán ser. Lloraré y las lágrimas no van a alcanzar para silenciar mi deseo de descubrir la posibilidad de lo que pudo haber sido.

Debes saber que te perseguiré en sueños sólo para volver a tenerte amarrado a mi cuerpo por un par de minutos, aunque no seas más que un holograma y tu cuerpo se desintegre en mis manos como ceniza.

Hoy quiero huir de ti, no quiero que duela tanto cuando llegue el momento de decirte adiós; pero ya es inevitable, ya no hay nada que hacer. Te digo adiós ahora mismo, te llevas mi corazón contigo y mi más hermoso sueño muere en esta despedida. Pensaré en ti cada vez que dé un nuevo paso y te desearé a mi lado para verme crecer. Sólo querré que sean tus labios los que me besen y tus manos las que me toquen, aún cuando sea otra persona la que me acompañe. Yo moriré por dentro, en tu nombre, cada día, un poco más.

No habrá tiempo para caminar un día entero bajo la lluvia, para que me escuches cantar boleros en karaoke ni para bailar pegada a tu cuerpo una de esas canciones desagradablemente románticas. No tendré tiempo para decirte el primer “te amo” ni para descifrar toda la locura que se esconde detrás de tu mirada. No tendré tiempo para convencerte de que eres lo mejor que me ha pasado en la vida. No habrá tiempo para que conozcas mis recovecos, mis secretos mejor guardados y todo lo que tenía planeado entregarte con el paso de la vida.

Nos hará falta tiempo para despertar envueltos en sabanas blancas después de una interminable noche de amor y desenfreno, de ver juntos el amanecer y de llevarte el desayuno a la cama. No seré yo quien te ayude a anudar tu corbata ni quien te reciba en casa para quitarte los zapatos, preguntarte como ha ido tu día y besar tus labios desde la sala hasta la habitación.

Será alguien más quien te acompañe en tu viaje hasta el fin del tiempo. Cuando las sienes se muestren blancas y el paso de los años haya hecho de las suyas, será alguien más quien pase las tardes a tu lado sacando crucigramas y tomando café. Será otra mano la que sostenga la tuya cuando haya llegado finalmente el último aliento. Los hijos de otra mujer serán los que lloren tu partida y otras manos las que pondrán flores sobre el mármol frío de tu sepultura.

Este ensueño nuestro que no ha durado más que unos meses, quedará como un lindo recuerdo que se irá borrando entre una decepción y otra, de esas que inevitablemente trae la vida consigo. Serán tantas las cosas que me recordarán a ti… Por mi propio bien, tendré que desviar la mirada para no perderme entre las sombras de lo que nunca fue y, ciertamente, jamás será.

Si tan solo pudiera detener el reloj, sujetaría tus manos por el resto de mi vida y congelaría tu sonrisa, podría guardarte para siempre en la calidez de mi abrazo y darte el amor más grande y más profundo, el que nadie nunca, en ningún lugar, podrá darte. Te llenaría de mañanas empapadas de ilusión, largas tardes colmadas de versos escritos sólo para ti y de infinitas noches de placer y locura. Te daría todo lo que ha conocido este mundo y lo que quizás nunca llegue a conocer.

Los próximos días serán la agonía pura de una muerte lenta y dolorosa. Mi alma no está preparada para verte cerrar la puerta detrás de ti y decir adiós sin mirar atrás.
Para consolarme sólo quedarán las noches largas y solas, mi cuaderno de poesía e inagotables botellas de ron. Buscaré desesperadamente tu mirada en los ojos de cualquier extraño y el sonido de tu voz en el susurro del viento por las tardes. Serás mi sueño incompleto, la mitad de mi ser, mi potencial todo, mi pendiente y mi adiós definitivo.

Hay momentos en los que me distraigo y sonrío pensando en la posibilidad de un universo paralelo donde todo va bien para los dos y no hay motivo sobre la faz de la tierra que pueda separarnos. En esos momentos me pierdo en una especie de limbo y me quedo absorta, en silencio, quieta, como si no quisiera que ningún movimiento ni sonido del mundo exterior pudiera despertarme de una ilusión tan hermosa.

Nunca te pediría que te quedaras porque sé lo que eso significa para ti. Quiero verte partir en busca de tu sueño y tu futuro, aunque eso me destruya el corazón. Yo seguiré aquí para repararme, sanarme y levantarme otra vez. Quiero saber que vas persiguiendo tu felicidad, aún cuando esa felicidad no sea a mi lado.

Desde lejos aplaudiré tus logros y estaré feliz porque sé que tú lo estarás. Parte de mi amor rozará tus cabellos en las noches solas sin que puedas darte cuenta y quizás algún día, cualquier cosa, te hará recordarme.

Yo seguiré andando, como todos los mortales, este camino que a veces resulta tan tedioso, esperando llegar inevitablemente hacia la muerte y hacia el olvido. Tendré ratos de felicidad, como todos, y cada vez que sonría deseare que estuvieses aquí para sonreír conmigo y brindar por un nuevo sueño.

No habrá navidades ni noches de brujas para los dos, no habrá brindis de fin de año en el que estemos juntos, pero yo te recordaré en todos esos momentos efímeros de alegría y me imaginaré que eres tú el que está sentado a mi lado en cada mesa.

Quizás haya un lugar después de esta vida donde podamos coincidir nuevamente, donde las cosas no resulten tan complicadas y los sueños sean algo más que sólo sueños. Quizás entonces haya un sitio para sentarnos juntos, en una misma mesa.

Te deseo todo lo mejor que este mundo pueda brindarte, las lecciones que involucra, entre triunfos y fracasos. Te deseo la felicidad absurda que pocos tienen, que la buena fortuna te persiga y, por encima de todas las cosas, un amor que te corresponda y te haga feliz cada día de tu vida; un amor infinito y libre que te complemente, que haga de tu realidad un sueño y pinte de colores los recovecos más grises. Un amor desinhibido que te persiga hasta el final de la vida y más allá.

Te querré a través de la distancia y el tiempo, sin posibilidades de olvidarte,
Me despido hoy, ya para siempre.

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